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El genetista de la Universidad de Harvard George Church vaticinaba en 2017 que en dos años habría conseguido embriones de elefante genéticamente modificados para asemejarse a los del mamut lanudo. La resurrección de estos icónicos gigantes de la Edad del Hielo es el gancho más popular del concepto de la desextinción de especies, la posibilidad de devolver a la vida animales desaparecidos. Pero vencido el plazo estimado por Church, ¿se ha cumplido su pronóstico? Aún más, ¿es viable la desextinción del mamut? Y si lo fuera, ¿sería deseable?

La clonación de la oveja Dolly en 1996 popularizó una nueva tecnología cuya posible aplicación a la desextinción de especies pronto entró en el debate científico. En 2009, investigadores españoles y franceses clonaron por primera vez un animal extinto, el bucardo (Capra pyrenaica pyrenaica), aunque la cría no sobrevivió. La clonación de un mamut por el método Dolly requeriría recuperar material genético intacto de una célula, que se transferiría a un óvulo de un animal emparentado, como el elefante, para después implantar el embrión resultante en el útero de una hembra de esta misma especie.

 

 

Este era el propósito anunciado en 2011 por el biotecnólogo de la Universidad de Kinki (Japón) Akira Iritani. Según el investigador, la recuperación de restos de mamuts congelados en el permafrost de Siberia abría la puerta a la obtención de núcleos celulares viables para la clonación. Iritani fijaba un horizonte de cinco años, algo que entonces acaparó la atención de los medios. Pero el plazo venció y el mamut clonado no llegó. El pasado marzo, el científico japonés y sus colaboradores publicaban el hallazgo de signos de actividad biológica en los núcleos de células de mamut recuperadas de Yuka, una hembra que quedó congelada hace 28.000 años. Sin embargo, los propios autores del estudio reconocían: “Los resultados presentados aquí nos muestran claramente de nuevo la imposibilidad de facto de clonar el mamut con la tecnología actual de transferencia nuclear”.

El mamufante

Lo cierto es que, en la práctica, la idea resulta infinitamente más complicada que sobre el papel, ya que el material genético de estas muestras está roto en pedazos. “Hasta la fecha, tanto mi grupo como otros de mis colegas hemos testado por tecnologías de ADN gran cantidad de restos de mamut excepcionalmente bien conservados”, apunta a OpenMind el paleogenetista Love Dalén, del Museo Sueco de Historia Natural. “Los resultados muestran unánimemente que los genomas de estas muestras están degradados en decenas de millones de fragmentos. Y no hay manera de volver a unirlos (en el orden correcto)”. Para el investigador, “la clonación clásica es impensable”.

Pero la clonación no es la única vía propuesta hacia la recuperación de los colosos lanudos. En 2015, el equipo dirigido por Dalén obtuvo la secuencia completa del genoma del mamut. Gracias al conocimiento de los genes de esta especie y con el apoyo de la iniciativa Revive & Restore, el mismo año Church emprendió el proyecto de modificar el ADN del elefante asiático —el pariente vivo más cercano— para obtener un animal híbrido parecido a un mamut, lo que ha dado en llamarse un mamufante.

En concreto, Church busca modificar los genes implicados en la adaptación al frío de la sangre, el pelaje y la grasa corporal. La técnica consiste en aplicar las herramientas de edición genética CRISPR al ADN de células de la piel de elefantes asiáticos, para después transformar estas en células madre con capacidad de generar un embrión. En 2017 Church aseguró que ya había modificado 45 genes del elefante. Sin embargo, es evidente que su previsión a dos años no se ha cumplido; de hecho, hasta la fecha el investigador no ha publicado ningún estudio relativo a ello, y solo la web de Revive & Restore menciona que “un número de genes se han reescrito con éxito en líneas celulares de elefante asiático”.

Pero según Dalén, también este enfoque presenta obstáculos que lo hacen “muy difícil, si no imposible”. En primer lugar, el responsable del genoma del mamut advierte de que aún faltan por conocer ciertos fragmentos del ADN de este animal, ya que su secuencia se ha ensamblado basándose en la del elefante. “Si existían genes específicos del mamut y son importantes para revivir la especie, traer de vuelta al mamut no funcionaría”, avisa. Y todo ello teniendo en cuenta que Church ha modificado solo 45 genes, pero existen miles, junto con sus secuencias reguladoras, que son diferentes en el mamut y el elefante.

Este no es ni mucho menos el único impedimento. Sea cual sea la vía elegida para tratar de crear un mamut, todas ellas pasarían por implantar un embrión en el útero de una elefanta. “Dejando aparte las muchas razones éticas por las que esto es una mala idea (los elefantes son especies amenazadas), hay buenos motivos para que esto no funcione”, señala Dalén: al tratarse de especies distintas, separadas por millones de años de evolución, es probable que la gestación terminara en un aborto. Para afrontar este problema y evitar las objeciones éticas, Church ha propuesto recurrir a un “útero artificial”; algo que, con la tecnología actual, sencillamente no existe.

De vuelta a la era glacial

Tampoco todas las objeciones a la resurrección de los mamuts son puramente técnicas. Algunos expertos en ecología y conservación dudan no solo de la viabilidad de introducir estos animales en la naturaleza, sino incluso de su conveniencia. Un argumento frecuente es que el antiguo hábitat de los mamuts hoy ya no existe. Y sin embargo, también hay quienes se han empeñado en recrearlo: desde 1996 los científicos rusos Sergey y Nikita Zimov, padre e hijo, mantienen en Siberia el Parque del Pleistoceno, una reserva natural de 144 kilómetros cuadrados en la que han liberado grandes herbívoros para tratar de restaurar la antigua tundra herbácea de la Era Glacial.

“Hemos introducido algunos tipos de animales que no han habitado esta región durante 15.000 años o nunca, y hemos mostrado que pueden adaptarse a un nuevo entorno”, cuenta a OpenMind Nikita Zimov, responsable del desarrollo del parque. La hipótesis de los Zimov es que las praderas desaparecieron cuando la caza eliminó a los herbívoros que las mantenían; y que, por lo tanto, reintroduciendo a estos, regresarán aquellas. “Vemos que la idea está funcionando y que es posible aumentar la productividad de los ecosistemas”, dice.

Los Zimov proponen además que su proyecto puede contribuir a la lucha contra el cambio climático: las praderas, más frías que los bosques, ayudarán a mantener congelado el permafrost, evitando así la liberación de gases de efecto invernadero. “Estamos recogiendo datos para probar la idea de que los antiguos ecosistemas serán más beneficiosos en términos climáticos”, señala Zimov.

El Parque del Pleistoceno ha estado desde hace años en el punto de mira de los proyectos de desextinción del mamut. En concreto, Zimov ha mantenido contactos con Church, aunque “más bien verbales”, dice. Pero a pesar de que esta colaboración sea aún preliminar, para el científico ruso su parque ofrece una razón de ser a los proyectos de clonación. “Cuanto más diverso sea el ecosistema, mejor, así que con mamuts nuestro ecosistema sería más eficaz y agresivo; daríamos la bienvenida en el parque a un mamut, o un elefante adaptado al frío”.

Sin embargo, no todos los expertos compran la idea. Según expone a OpenMind el ecólogo Alexandre Robert, del Museo Nacional de Historia Natural de París, “parece que los efectos de devolver los grandes herbívoros a las estepas del norte de Rusia se han probado experimentalmente”, pero el biólogo se muestra escéptico sobre el posible efecto en el clima: “No creo que podamos extrapolar razonablemente que el beneficio de estos animales en el permafrost tenga efectos significativos en el calentamiento global al nivel de la biosfera”.

Fuente: bbvaopendmind.com

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