Aunque apenas es un proyecto que deberá ser ratificado en la próxima asamblea de dueños de equipos, parece casi segura la transformación de la Liga de Ascenso —originalmente Segunda División— en una “Liga de Desarrollo”. La más drástica consecuencia de la metamorfosis sería la supresión, por lo menos hasta 2026, de los ascensos hacia (y los correspondientes descensos desde) la Primera División.
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Más allá de las lamentaciones porque la medida dejaría desempleados a 70% de los jugadores que actualmente militan en la Liga de Ascenso, porque excederían la edad reglamentaria —hasta 23 años— para la Liga de Desarrollo o por su condición de extranjeros, vale subrayar que el espíritu que dio origen a la Segunda División, a mediados del siglo pasado, se ha desvirtuado —por no decir “prostituido”— al paso del tiempo…
La idea, enteramente romántica, de que la ilusión del ascenso y el temor al descenso constituyeran una motivación adicional para los equipos de las dos divisiones, perdió terreno gradualmente, al enfrentar realidades de carácter financiero, sobre todo. La lista de equipos que ascendieron en la cancha y cuyas franquicias fueron vendidas por sus propietarios, es muy extensa. La de equipos que llegaron —algunos “por la puerta grande”, otros mediante golpes de chequera— al máximo circuito, y al rato desaparecieron porque la realidad financiera prevaleció sobre el criterio deportivo químicamente puro, por lo consiguiente.
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Al margen de consideraciones románticas —válidas en otros ámbitos, discutibles en una industria como es el futbol espectáculo en México y en todo el mundo—, al paso del carro se han acomodado las calabazas. Plazas como Irapuato, Celaya, La Piedad, Tampico, Ciudad Victoria, San Luis, Veracruz y algunas más, han tenido equipos de Primera División… pero los han visto descender, emigrar o simplemente desaparecer porque resultaban insostenibles.
Guadalajara, sin ir más lejos, llegó a tener cinco —o hasta seis, contado el Nacional— equipos de Primera División. Quedan dos —Guadalajara y Atlas— porque su historial lo determina… y porque los dirigentes de los clubes de sus orígenes dejaron las franquicias en manos de dirigentes que llegaron a manejarlas con criterios empresariales, exentos del romanticismo de los fundadores y sus herederos.
El caso es que así como las cadenas de supermercados desplazaron a los antiguos tendajones de abarrotes, el futbol tiene que plegarse a la realidad de un mercado en que las reglas del presente ya no son las del pasado.