Cinco emprendedores tuvieron la idea de fabricar un “microondas para refrigerar refrescos” mientras estudiaban Administración de Empresas en la Universidad del CEMA, y ahora la hicieron realidad gracias a la combinación de inteligencia artificial y redes neuronales
Cuántas personas soñaron con poder refrigerar en tan solo pocos segundos una bebida que por determinadas circunstancias –muchas de ellas muy comunes y frecuentes– se encuentran a temperatura ambiente o incluso en algunos casos tibias o calientes por el calor, sobre todo en estos días de verano. Ese sueño se convirtió ahora en realidad gracias a Santiago Schmidt (24), Marcos Condomí Alcorta (24), Nicolás Kölliker Frers (25). Pablo Esteban Di Lorenzo (30) y Luciano Cismondi (31).
En diálogo con Infobae, Santiago Schmidt –quien es el encargado de planificar las estrategias y llevar adelante las negociaciones de la empresa, denominada Chill it– contó cómo empezó todo: “Estábamos en la universidad Nicolás (Kölliker Frers), Marcos (Condomí Alcorta) y yo, y tuvimos que presentar un proyecto para una de las materias, donde había que plantear un modelo de negocio marcado por la innovación, es decir, un business case, y dado que una importante empresa de cervezas proponía incentivos para aquellos que pensaran desarrollos para el sector, se nos ocurrió pensar un método para enfriar bebidas en el menor tiempo posible”.
“Nos tentó la oferta, pero jamás nos presentamos ya que varios de nuestros profesores nos decían ‘chicos, ustedes acá tienen un proyecto muy fuerte y sólido que pueden potenciar, encontrando por su cuenta el camino’”, continuó Nicolás Kölliker Frers, encargado de la parte comercial de la empresa.
Allí fue cuando se juntaron con los ingenieros Pablo Esteban Di Lorenzo y Luciano Cismondi, que aportaron la visión dura, mecánica y electrónica de los movimientos del equipo. Luciano relató a Infobae: “Con Santiago nos conocimos escalando y siempre pensábamos en los modelos de negocio, arrancamos vendiendo broches para colgar ropa en La Salada y pasamos por varios emprendimientos, muchos de ellos fracasaron, hasta que finalmente llegamos hasta Chill it”.
“Empezamos por ver de qué se trataba el método que habían pensado los chicos en el trabajo práctico de la facultad, y allí pensamos qué necesitábamos, nos juntamos con Pablo, otro de los chicos que venía con mucho background en la ingeniería mecánica, desarrollamos un primer prototipo, híper rudimentario para saber que el método era el adecuado, que funcionaba”, explicó Cismondi.
Arrancamos vendiendo broches para colgar ropa en La Salada y pasamos por varios emprendimientos, muchos de ellos fracasaron, hasta que finalmente llegamos hasta Chill it, relató Luciano Cismondi
El joven ingeniero electrónico de 31 años continuó: “Con esa máquina llegábamos a enfriar latas, botellas de gaseosa de litro y medio de plástico; salvo vino, que aún no lo probamos, el resto de las bebidas no quedaban afuera. Latas en 20/30 segundos, botellas de litro y medio de plástico entre 50/60 segundos y las de vidrio de litro, entre 70/90 segundos. Una vez que demostramos que el prototipo funciona, llegamos al modelo que presentamos hoy. El salto que pegamos tecnológicamente es altísimo, el producto actual es mucho más automatizado y redujo un 50% los tiempos”.
“La máquina enfría latas de 350 ml en 30 segundos, todo un hito, ya que existen en la actualidad equipos que llevan adelante estos procesos de refrigeración, pero estas tecnologías, por ejemplo la empresa líder en la actualidad tarda en enfriar 8 minutos un porrón de vidrio, y con ciertas limitaciones ya que no le podés poner una botella atrás de la otra”, especificó Schmidt.
La máquina enfría latas de 350 ml en 30 segundos, contra 8 minutos que tardan otros dispositivos similares
A su vez, contó a este medio que “fue muy complicado encontrar la tecnología y los materiales adecuados para finalmente lograr el producto final, fueron tres años de investigación, un año de desarrollo y hace un año que están en negociaciones”. De hecho, en este preciso momento, cuatro de ellos se encuentran en Sudáfrica para vender o licenciar la propiedad intelectual de la marca, y mantienen conversaciones con “una empresa global, con presencia en todo el mundo; tomamos esta decisión ya que fabricar máquinas a gran escala es utópico, requiere de un capital económico muy importante”, precisó Santiago.
¿Cómo funciona el método?
El ingeniero Luciano Cismondi, que forma parte del equipo de los cinco empresarios argentinos, explicó que lo que hicieron en un principio fue “armar un modelo matemático que desarrolla cómo se transfiere el calor de los distintos envases, buscamos maximizar esa transferencia de calor para tardar lo menos posible, porque uno de los primeros objetivos era hacerlo en el menor tiempo posible”.
“En búsqueda de este objetivo, llegamos a una segunda generación de una red nueronal –inteligencia artificial combinado con un modelo matemático– para maximizar el tiempo y con una precisión en la temperatura de salida. Nuestra máquina hoy tiene una variación de +/- 1 grado. Metés una lata al aparato y puede salir entre 2 y 4 grados. Una heladera de exhibición maneja una precisión de +/- 5 grados”, especificó Pablo Esteban Di Lorenzo, joven ingeniero mecánico de 30 años que aceitó los aspectos motrices de la máquina.
Es que las bebidas pasan de 25 grados a 3 grados, temperatura que los fabricantes piden para casi todas las bebidas.
¿De qué se trata la red neuronal aplicada a la ingeniería?
Este complejo sistema “combina un subgrupo de redes, que se caracterizan por cómo se entrenan; la nuestra se llama realimentación por refuerzo, que hace que cuando se le introduce una lata, aplica el modelo que tiene y evalúa la salida”, explicó Cismondi, y dio un ejemplo: “Si se le pone una lata X al artefacto, y por tal motivo la máquina la sacó a 5 °C, lo que la convierte en fallida, reingresa el dato y lo corrige para en la próxima botella ingresada salir con esta observación”.
La temperatura ideal que los fabricantes recomiendan para casi todas las bebidas gira en torno a los 3 °C
A su vez dio detalles de otra de las ventajas comparativas que destacan a este innovador producto: “Un Chill It en un kiosco, por cada cliente que vaya a consumir una bebida que va a enfriar, el equipo recopila en tiempo real todas las características de la bebida en particular en cuatro aspectos fundamentales para las empresas que comercializan las bebidas: temperatura de ingreso, egreso, tipo de bebida, y en qué momento la está consumiendo. El equipo está conectado a Wi-Fi, lo que permite que las empresas puedan consultar estos datos en tiempo real, on demand, y cuando quieran. Cuando el cliente ingresa la lata, el sistema registra estos datos propios, todo gracias a la internet de las cosas”, enfatizó.
Según confió Santiago Schmidt, “todo esto nació con tres miembros del equipo en la facultad, estuvimos años desarrollando algo, encontramos el método, pero era medio rudimentario, funcionaba pero ‘a modo de changa’, y fueron Luciano (Cismondi) y Pablo (Esteban Di Lorenzo) los que lo convirtieron en lo que es hoy, por eso quiero recalcar que gracias a los ingenieros electrónicos, mecánicos, le dimos a un método elemental una eficacia y complejidad que lo hacen tan llamativo y buscado por las empresas, le bajamos 50% el tiempo de enfriado con una red neuronal, lo hicimos más eficiente, funcional y práctico”. Consultados respecto a cómo seguirá todo ahora, coincidieron en que “ahora vamos a ver cómo resultan estas negociaciones, si hay una buena oferta probablemente venderemos la propiedad intelectual”.
Fuente: infobae.com
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