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Distintos expertos coinciden en que no debemos alarmarnos por que el SARS-CoV-2 esté infectando a algunas personas vacunadas. En primer lugar, las cifras de contagio son muy bajas frente a los infectados no vacunados, sus síntomas suelen ser leves y parece que no tienen capacidad de transmitir el virus

La semana pasada, España alcanzó el hito de cinco millones de personas completamente vacunadas contra el coronavirus (COVID-19). Sin embargo, aunque las personas completamente inmunizadas pueden retomar algunas actividades con tranquilidad, en algunas poquísimas ocasiones, se vuelven a contagiar. Pero que no cunda el pánico. El “contagio pos-vacuna” es totalmente habitual en cualquier lanzamiento masivo de vacunas.

Según las últimas cifras publicadas por los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de EE. UU. (CDC, por sus siglas en inglés), de las más de 87 millones de personas vacunadas en EE. UU. hasta el 20 de abril, el 7.157 (es decir, el 0,008 %) se han contagiado con SARS-CoV-2. Es probable que el número real sea un poco más alto porque las infecciones leves o asintomáticas pueden no detectarse y pasar desapercibidas. Pero los datos siguen siendo alentadores. Solo una pequeña fracción de las personas vacunadas se contagiaron y la parte que enfermó de gravedad fue aún más pequeña: únicamente 331 casos fueron hospitalizados por COVID-19 y 77 murieron a causa de la enfermedad.

Los últimos estudios publicados muestran que incluso en los entornos de alto riesgo como las residencias de mayores, los contagios pos-vacuna parecen poco habituales. Y si ocurren, los síntomas suelen ser leves o inexistentes. Además, las personas vacunadas que se infectan tienen cargas virales más bajas que las personas no vacunadas, y eso significa que es menos probable que transmitan el virus.

Aun así, es importante seguir controlando los contagios de los vacunados. Todas las vacunas contra la COVID-19 existentes preparan al sistema inmunológico para que reconozca la proteína espiga en la superficie del virus, de tal modo que cuando el sistema se encuentre con el patógeno real, pueda contraatacar rápidamente. Pero si el cuerpo no genera una fuerte respuesta inmunológica a la vacuna, no estará listo para combatir el virus. En otros casos, el patógeno puede haber evolucionado lo suficiente como para esquivar la respuesta inmunológica preparada por el cuerpo, y la vacuna no funcionará tan bien. A esto se le llama escape viral de la respuesta inmune.

A algunos investigadores especializados en coronavirus les preocupa que, con tantos virus en circulación por todo el mundo, el SARS-CoV-2 aumente sus posibilidades de encontrar una combinación ganadora de mutaciones que le permita escapar la respuesta inmune provocada por la vacuna. El seguimiento de las infecciones de los vacunados podría ayudar a detectar nuevas variantes preocupantes e identificar cuándo las vacunas se están volviendo menos efectivas. Esto podría determinar cuándo se necesitan las inyecciones de refuerzo o señalar diseños de vacunas más eficaces.

Entornos de alto riesgo

Las personas que trabajan y viven en centros de mayores fueron las primeras en recibir la vacuna contra la COVID-19. Entre finales de diciembre y finales de marzo, el número de casos en estas instalaciones se redujo en un 96 %. Se trata de lugares ideales para que los patógenos se propaguen, y donde probablemente las vacunas no funcionen tan bien porque los cuerpos de las personas mayores suelen generar una respuesta inmunitaria más débil. Incluso los brotes de gripe pueden ser mortales en estos centros. Pero los CDC encontraron pocas infecciones por COVID-19 después de la vacunación.

En un estudio, los investigadores analizaron los contagios en 78 residencias de mayores de Chicago (EE. UU.) con casi 8.000 residentes vacunadas y 7.000 empleados vacunados. Encontraron más de 600 infecciones por coronavirus, pero solo 22 de ellas ocurrieron en personas completamente vacunadas, 12 en residentes y 10 en el personal. Catorce fueron asintomáticos y cinco solo presentaron síntomas leves. Cuando el equipo examinó las muestras de siete de las personas con infecciones pos-vacuna, encontraron niveles bajos del virus. Y ninguna de las infecciones iniciales dio lugar a casos adicionales, lo que sugiere que las personas vacunadas no propagaron el virus.

Y cuando ocurren los brotes, las vacunas aún brindan una buena protección. Un segundo estudio de los CDC examinó un brote en un centro de mayores de Kentucky (EE. UU.) donde solo la mitad del personal estaba completamente vacunado. El brote, que comenzó con un miembro del personal no vacunado, provocó 46 infecciones por COVID-19. De los 71 residentes vacunados, 18 de ellos (25 %) se contagiaron, dos fueron hospitalizados y uno murió. En el caso del personal la situación fue mejor. De los 56 empleados vacunados, cuatro (7 %) se contagiaron. La mayoría de esas infecciones fueron asintomáticas. Solo el 6,3 % de los residentes y del personal vacunados desarrolló síntomas, en comparación con el 32 % de las personas no vacunadas.

Durante un brote en una residencia de mayores, “el personal y los residentes se encuentran continuamente con el patógeno SARS-CoV-2 una y otra vez”, afirma la creadora de modelos de las enfermedades infecciosas de la Facultad de Medicina de la Universidad de Maryland (EE. UU.) Meagan Fitzpatrick. Por lo tanto, resulta alentador ver un número tan reducido de infecciones en este tipo de entornos.

Monitorizar las variantes

Los nuevos estudios también sugieren que las variantes pueden ser las culpables de algunas de estas infecciones pos-vacunada. Las variantes virales son “uno de los factores impredecibles”, según afirmó el principal asesor médico del presidente de Estados Unidos, Anthony Fauci, en una sesión informativa el 12 de abril. Aunque hay pocos datos del mundo real, los estudios de laboratorio sugieren que al menos algunas de las variantes son menos susceptibles a los anticuerpos inducidos por la vacuna que el SARS-CoV-2 original.

En el estudio de Kentucky, los investigadores encontraron que el brote fue causado por la variante conocida como R1 o sudafricana, que no se había identificado previamente en ese estado. Este virus tenía varias mutaciones importantes que también se habían identificado en otras variantes. Por ejemplo, la mutación E484K, que también se encuentra en la variante B.1.351 identificada por primera vez en Sudáfrica, parece ayudar al virus a esquivar la respuesta de los anticuerpos. Y la mutación D614G podría aumentar la transmisibilidad. Los autores señalan que aunque la vacunación redujo la probabilidad de contagio y de enfermedad sintomática, el virus logró infectar a más de una cuarta parte de los residentes vacunados y aproximadamente al 7 % del personal. Eso sugiere que la vacuna podría no funcionar tan bien contra esta variante, pero los autores advierten que el estudio fue pequeño. (Los autores de Chicago no secuenciaron el virus).

Un estudio del New England Journal of Medicine analizó las infecciones del personal de la Universidad Rockefeller en Nueva York (EE. UU.). Entre el 21 de enero y el 17 de marzo, los investigadores realizaron las pruebas a 417 empleados que habían recibido las dos dosis completas de la vacuna de Pfizer o Moderna. Dos mujeres dieron positivo. Cuando los investigadores secuenciaron los virus, encontraron que cada uno era una variante ligeramente diferente, y que no coincidían exactamente con ninguno de los que se habían identificado previamente.

Una mujer, por ejemplo, tenía una variante con las mutaciones encontradas en B.1.1.7, que se originaron en Reino Unido, y con las mutaciones comunes a B.1.526, que se originaron en la ciudad de Nueva York. “Tenía una variante entre esas dos”, asegura el médico y bioquímico de la Universidad Rockefeller y autor principal del estudio, Robert Darnell.

Cuando se produce una infección pos-vacuna, se supone que la persona no logró generar una respuesta inmune fuerte a la vacuna, explica Darnell. Pero ese no parecía ser el caso de esta mujer. Darnell consiguió obtener su muestra de sangre poco después de dar positivo. Él y sus colegas encontraron altos niveles de anticuerpos capaces de neutralizar el SARS-CoV-2. Como estaba recién infectada, la respuesta de esos anticuerpos probablemente se debió a la vacunación, no a su contagio reciente, porque los anticuerpos tardan un tiempo en desarrollarse.

No está del todo claro por qué su sistema inmunológico no la protegió de la infección, pero una posibilidad es que esa variante logró esquivar su respuesta. El epidemiólogo de la Escuela de Salud Pública TH Chan de la Universidad de Harvard (EE. UU.) Stephen Kissler explica: “Para esta paciente en particular, esa es probablemente la mejor explicación. No me sorprende que muchas de estas infecciones pos-vacuna sean de distintas variantes”. A medida que más personas se vacunan, “se aplica la presión selectiva evolutiva”, añade.

Por otro lado, a medida que más personas se vacunen, veremos menos contagios y el virus tendrá menos oportunidades de mutar. Y Fitzpatrick señala que incluso si el escape viral de la respuesta inmune explica la infección de esa mujer, no es más que un caso. Y no hay evidencia de que ella transmitiera la infección a otras personas que también habían sido vacunadas. El fenómeno es digno de más estudios, pero Fitzpatrick añade: “Aún no veo esto como algo alarmante. Todavía no hay una crisis de salud pública”.

E incluso cuando ocurren estos contagios pos-vacuna, no significa que la vacuna haya fallado, sostiene la doctora de enfermedades infecciosas de la Universidad de California en San Francisco (EE. UU.) Monica Gandhi. Los anticuerpos son solo una parte de la respuesta inmunitaria. Las células T también tienen un papel muy importante, activando otras partes del sistema inmunológico y eliminando el virus después de infiltrarse en el cuerpo. No previenen la infección, pero pueden frenar la propagación del virus. Y algunas investigaciones sugieren que la respuesta de las células T del cuerpo es mucho más difícil de esquivar. “En realidad, es posible que se contraiga una infección leve, pero es de esperar que aún haya protección contra la enfermedad grave”, señala Gandhi.

Aun así, es importante realizar un seguimiento de los contagios de los vacunados para buscar cambios inesperados. Un creciente número de infecciones en personas vacunadas podría significar una disminución de la inmunidad o la aparición de una nueva variante capaz de esquivar la respuesta inmune. Es posible que sea necesario modificar las vacunas y probablemente necesitemos inyecciones de refuerzo. Pero con el tiempo, Kissler concluye: “Nuestros cuerpos desarrollarán una respuesta inmune más completa. E incluso si nos volvemos a infectar, estaremos protegidos de los resultados más graves. A largo plazo, las perspectivas son buenas”.

Fuente: technologyreview.es

 

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