La superficie de los granos de polvo traidos a la Tierra en 2010 por una nave japonesa que visitó el asteroide Itokawa, están cubiertas con pequeños cristales de hierro delgados como obleas.
Esta observación sorprendió al profesor Falko Langenhorst y al doctor Dennis Harries de la Universidad Friedrich Schiller en Jena (Alemania). Después de todo, en los últimos 10 años, equipos de investigación de todo el mundo han estudiado exhaustivamente la estructura y la composición química de las partículas de polvo de Itokawa, y nadie había notado la presencia de hierro.
Fue solo cuando el investigador japonés Toru Matsumoto, –científico visitante del grupo de Mineralogía Analítica en el Instituto de Geociencias en Jena–, examinó las partículas con un microscopio electrónico de transmisión, cuando se pudo localizar los cristales usando imágenes de alta resolución.
Este descubrimiento es emocionante no solo porque los pequeños ‘bigotes’ de hierro, –que también se han mostrado en otras partículas del asteroide– habían pasado inadvertidos. De particular interés es cómo se formaron.
“Estas estructuras son consecuencia de influencias cósmicas en la superficie del asteroide”, explica Falko Langenhorst en un comunicado. Además de las rocas, las partículas de alta energía del viento solar también golpean la superficie del asteroide, por lo que se desgastan. Un componente importante del asteroide es el mineral troilita, en el que se unen el hierro y el azufre.
“Como resultado de la meteorización espacial, el hierro se libera de la troilita y se deposita en la superficie en forma de agujas que ahora se han descubierto”, dice el mineralogista Langenhorst. El azufre del sulfuro de hierro se evapora luego al vacío circundante en forma de compuestos de azufre gaseoso.
A partir del tamaño y la cantidad de cristales de hielo detectados, los investigadores también pueden estimar la rapidez con que el asteroide pierde azufre. “El proceso es increíblemente rápido desde una perspectiva cósmica”, explica Toru Matsumoto. Los cristales que analizó tienen una longitud de hasta dos micrómetros y medio, que es alrededor de una quincuagésima parte del grosor de un cabello humano.
“Los pequeños bigotes ya han alcanzado estos tamaños después de unos 1.000 años”, agrega el investigador de la Universidad de Kyushu en Fukuoka. A largo plazo, el análisis de los cristales de hielo se puede utilizar para comprender mejor los procesos de meteorización en otros cuerpos celestes y para determinar su edad.
Con este fin, los investigadores ya tienen asteroides específicos en la mira. La sonda OSIRIS-REx de la NASA se está preparando para tomar muestras del asteroide Bennu, mientras que el Hayabusa2 de JAXA ya está de regreso a la Tierra. La sonda japonesa visitó el asteroide Ryugu el año pasado y, al igual que con Itokawa, recolectó partículas de polvo. Las muestras deberían aterrizar en la Tierra a fines de 2020 y el equipo internacional de mineralogistas de Jena y Toru Matsumoto los esperan con anticipación.
Fuente: EP
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