En marzo, el programador Ian Hilgart-Martiszus extrajo su sangre y la de otras 46 personas para hacer el ‘primer estudio serológico’ del coronavirus. Quería saber si su misterioso resfriado de febrero había sido a causa del virus. Compró los kits de un fabricante chino y pidió prestada una máquina de laboratorio
A principios de primavera, el programador de Oregón (EE. UU.) Ian Hilgart-Martiszus cogió una jeringuilla y la pinchó en el brazo de la trabajadora social Alicia Rowe, ella cerró los ojos y giró la cabeza hacia otro lado. La estaba sometiendo a un test de anticuerpos contra el coronavirus (COVID-19). También se lo hizo a 40 amigos y amigos de sus amigos, y a seis personas sin hogar.
Como antiguo técnico de laboratorio, Hilgart-Martiszus sabía lo que estaba haciendo. A pesar del extenso debate sobre la precisión de los análisis serológicos para buscar los anticuerpos contra el coronavirus y de cómo deberían usarse, en marzo cualquier persona con una tarjeta de crédito y algún conocimiento previo podía pedir suministros “solo para investigación” online y empezar a realizar test.
Casi todos los que han tenido resfriados o fiebre en los últimos meses quieren saber si lo que sufrieron en realidad fue COVID-19. Hilgart-Martiszus afirma: “Solo lo hago en casa. Esto es puramente ciencia cívica”.
El 6 de abril, publicó los resultados de lo que denominó como el primer estudio social del país de prueba serológica para la COVID-19, junto con todas las cifras y una descripción de cómo lo había llevado a cabo. Pudo hacerlo varias semanas antes que los grandes centros médicos. Sus datos incluían a un caso positivo y tres sospechosos.
Este proyecto DIY (hazlo-tú-mismo – do it yourself en inglés) puso a Hilgart-Martiszus en la primera línea de la búsqueda de anticuerpos, unas proteínas sanguíneas que se forman en respuesta a la infección por COVID-19, una reveladora indicación de que una persona ha sido contagiada. Ya hay docenas de estudios en curso en los bancos de sangre y hospitales, y Quest Diagnostics tiene un portal online donde las personas pueden intentar pedir una cita para su análisis de sangre. Después, un médico debe aprobar esa petición.
Sin embargo, hace solo un mes, este tipo de información era difícil de obtener. Molesto por las críticas sobre la respuesta al coronavirus de su presidente, motivadas por lo que denomina “cámara de eco” de los medios de comunicación, Hilgart-Martiszus decidió intentar “llenar ese vacío” con datos reales. Se considera escéptico respecto al gran gobierno y no puede creer que “los funcionarios políticos reciban tranquilamente su salario mientras defienden mantener paralizada la economía”.
Hilgart-Martiszus, que trabaja normalmente en la planificación inmobiliaria para una cadena de artículos deportivos, en marzo creó un panel informático para predecir los ingresos hospitalarios en Oregón. Le envió por correo electrónico una copia a su jefe, quien le respondió que la empresa no quería participar en eso.
Pero ya tenía en marcha otros proyectos aún mayores. Ese mismo mes, las compañías de suministros científicos empezaron a anunciar la venta de kits para analizar el suero de la sangre humana en busca de anticuerpos contra la característica proteína “espiga” del virus. Pagó 550 dólares (505 euros) por cada uno de los kits del proveedor chino GenScript.
La mayoría de las investigaciones se llevan a cabo por universidades o empresas bajo un determinado marco normativo. Dos semanas después de que Hilgart-Martiszus publicara sus resultados, por ejemplo, su antiguo empleador, los servicios de atención médica de Providence (EE. UU.), anunció su propio estudio serológico mucho más grande, con sangre de 1.000 personas extraída en un solo día, según los informes de prensa. Aunque el estudio de Hilgart-Martiszus no creó tanta pompa, ni tenía ningún tipo de aprobación, no pudo resistirse a recordarles quién fue el primero: “Parece que mi antiguo instituto de investigación publicará el segundo estudio de anticuerpos en Oregón. Tengo ganas de ver la comparación de sus resultados”.
En Oregón, extraer sangre a otra persona es legal para cualquiera que sepa cómo hacerlo, asegura el ex farmacéutico Charles “Derris” Hurley, quien afirma que le dio 2.000 dólares (1.833 euros) a Hilgart-Martiszus para comprar los suministros de los test. Recuerda: “Le dije: ‘Vayamos adelante e intentemos esto; si aprendemos algo, genial, y si no, no pasa nada. Consideramos que todos deberían someterse a prueba”.
Para participar en el proyecto, Hurley extrajo sangre a su esposa y doctora en microbiología, Jan Spitsbergen, que investiga peces cebra en la Universidad Estatal de Oregón, y ella le extrajo la suya. “Ella lo hizo mucho mejor que yo”, recuerda.
Hilgart-Martiszus utilizó el tipo de test de anticuerpos más preciso, llamado ELISA, que requiere maquinaria y conocimientos especializados. Puso la sangre de sus voluntarios en unos tubos especiales, dejándola coagular durante unos 45 minutos. Luego les dio vueltas a los tubos en una centrifugadora durante 10 minutos y usó una pipeta para succionar el suero, un líquido transparente donde se encontrarían los anticuerpos. Luego añadió una solución reguladora de dilución y lo dejó incubar con los productos químicos que había comprado online en una placa de plástico con 96 indicadores. El líquido cambiaría de color si hubiera anticuerpos presentes.
Para determinar los resultados de los indicadores, necesitaba una máquina para escanear la placa, que había tomado prestada de una universidad cercana. Esta prueba en concreto buscaba los anticuerpos IgG, que deberían aparecer aproximadamente dos semanas después del contagio.
De los 40 test que realizó, la sangre de Hurley mostró la señal más fuerte de anticuerpos contra el virus, una cantidad muchas veces mayor que la de las demás personas. El antiguo farmacéutico explica: “Si miramos los resultados de Ian, mi prueba destaca de forma insólita”.
Fue la posible explicación de una misteriosa enfermedad que padeció a mediados de diciembre. Parecía un resfriado inusual. Se sentía cansado y tenía los ojos rojos. Luego, su esposa se puso mala en enero y estuvo en cama durante dos semanas. Además, tenían a un estudiante chino de intercambio que vivía con ellos en esos momentos. Hurley recuerda: “Empezamos a decirnos: ‘Tenemos que hacernos algún tipo de prueba, algo va mal’”.
Hurley cree que tuvo COVID-19, pero si fuera cierto, eso significaría que la enfermedad circulaba en Estados Unidos un mes antes de lo que se cree (el primer caso oficial del país se registró en enero en una ciudad a más de 200 kilómetros de distancia). A fecha de 2 de mayo, la Autoridad Sanitaria de Oregón afirma que el estado ha registrado 2.579 casos y 104 muertes, lo que lo convierte en uno de los menos afectados.
Hurley considera que su resultado positivo no es suficiente para que reanude su rutina normal, y detalla: “Sigo con el alejamiento social. Quiero verificarlo más y tener una idea de cuánto dura la inmunidad”.
Hilgart-Martiszus les pidió a todos que le dijeran si habían estado enfermos. También a Rowe, la trabajadora social de Portland. “Tuve un resfriado en febrero, y realmente esperaba haberlo pasado (el coronavirus), pero no tuve tanta suerte”. Su resultado fue negativo.
La demanda de test de anticuerpos sigue siendo alta. Después de que Hilgart-Martiszus publicara sus resultados en internet, “se vio inundado de solicitudes de todo el mundo”, destaca Spitsbergen. Un hospital que quería someter a la prueba a su personal médico le contactó, igual que un servicio de bomberos que quería realizar los test a 100 personas.
Con toda esa atención, Hilgart-Martiszus asegura que intenta cumplir con las normas y que no está analizando más sangre en estos momentos. En lugar de eso, colabora con la Universidad Estatal de Oregón para llevar a cabo un estudio más grande y más formal, con la aprobación de una junta de ética. Ha lanzado una campaña de crowdfunding y una página web donde está desarrollando los planes para permitir que cualquiera pueda enviar su sangre para realizar las pruebas.
El programador detalla: “Le expliqué al primer grupo que no lo tomen como un diagnóstico clínico, porque no lo es. Es investigación. Simplemente lo probé”. Ahora responde a los interesados que no puede someterlos a la prueba de inmediato, al menos hasta que tenga toda la documentación necesaria. Y concluye: “Es una pena tener que esperar para ayudar a las personas. pero con todas las regulaciones, resulta demasiado arriesgado realizar pruebas a los desconocidos”.
Fuente: technologyreview.es
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