Cuando apareció este lunes en el centro de congresos en el que los republicanos acababan de aclamarle enfervorecidamente como candidato para las elecciones presidenciales que tendrán lugar el 3 de noviembre, Donald Trump estaba exultante. Tanto que a pesar de todo —de estar a la baja en las encuestas, de tener el desempleo por encima del 10% y de que siguen creciendo los contagios y muertes por coronavirus— se permitió una broma. Cuando le vio aparecer por sorpresa a aceptar la nominación, su partido le gritó: «¡Cuatro años más!». Y el presidente respondió: «Si queréis enfadarles de verdad, decid que queremos doce años más».
Finalmente, el presidente se ha enfundado de nuevo en el mismo traje que llevaba en 2016, el de candidato contra viento y marea; empeñado en seguir adelante con todo en contra; dispuesto a volver a pulverizar las encuestas y los malos augurios de aquellos que le creían incapaz de vencer a políticos de carrera que llevan años, si no décadas, preparándose para este momento. En 2016 fue Hillary Clinton, primera dama primero, senadora después y finalmente candidata en ciernes desde 2008. Este año es Joe Biden, senador y vicepresidente que lleva aspirando a la presidencia desde 1988.
Sí que hay algo que el presidente se ha visto obligado a cambiar. Antes, su gran adversario era el equipo que estaba en la Casa Blanca, un gobierno a su entender desastroso comandado por Barack Obama y Biden. Ahora, sin embargo, él es el presidente y su contrincante es un misterioso estado profundo al que acusa repetidamente de un complot para privarle de un segundo mandato. «Están tratando de robarnos las elecciones a los republicanos, como lo hicieron la última vez con espionaje. Y los pillamos. Eso incluye al presidente Obama y a Biden», dijo ayer Trump. «Los demócratas quieren robar estas elecciones», lamentó.
Desde la Casa Blanca
El congreso del Partido Republicano más anómalo de los últimos tiempos comenzó este lunes en Charlotte, ciudad de Carolina del Norte, y culminará el jueves por la noche con un discurso de Trump desde la columnata de la Casa Blanca. Al verse privado por la pandemia de la posibilidad de dirigirse a una sala repleta como en 2016, el presidente ha optado por dar su gran discurso de clausura desde la sede de la presidencia en Washington. Pero de todos modos se tomó ayer la molestia de aparecer casualmente por el centro de congresos donde se votó su candidatura para dar las gracias en persona y al menos ver cara a cara a los delegados de los estados y territorios que le aclamaron formalmente.
Esa pandemia ha hecho saltar por los aires toda la campaña y se cierne, como un gran nubarrón, sobre la reelección de Trump, al que los demócratas acusan de incompetencia y desidia dado que EE.UU. es líder mundial en contagios (5,7 millones) y muertes (176.800) por coronavirus. Por si acaso, el presidente recuperó este lunes uno de sus principales lamentos en 2020: «Lo que [los demócratas] quieren hacer es aprovecharse del Covid para robar unas elecciones. Quieren usar el Covid para negarle a los estadounidenses unas elecciones libres y transparentes».
Aunque no dio más detalles, y la Fiscalía de momento no ha presentado cargo alguno contra los demócratas por ese supuesto fraude electoral, en días recientes el presidente ha lamentado que el aumento del voto por correo pueda ir asociado a fraude masivo en condados decisivos donde los resultados sean muy ajustados.
Este lunes de hecho testificó en el Capitolio por segundo día el director del Servicio Postal, Louis DeJoy, sobre una serie de recortes recientes que según los demócratas ponen en peligro que se pueda votar normalmente por correo de aquí al 3 de noviembre.
Dentro de las anomalías de este año de pandemia, el Partido Republicano ha renunciado además a dotarse de un programa concreto, y simplemente ha publicado una lista con 50 prioridades que Trump se compromete a cumplir en los próximos cuatro años: crear 10 millones de puestos de trabajo en 10 meses, tener una vacuna para el coronavirus en 2020, enviar una nueva misión a la Luna, acabar todas las guerras abiertas y, algo que suscribiría sin duda la inmensa mayoría de la nación y del mundo, «volver a la normalidad en 2021».