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El moho del limo, un organismo unicelular que no posee sistema nervioso, es capaz de recordar la ubicación de sus alimentos. Según los investigadores, este sencillo organismo posee sorprendentes capacidades y es altamente dinámico para almacenar y recuperar información sobre su entorno.

Un nuevo estudio realizado en el Instituto Max Planck y la Universidad Técnica de Munich ha confirmado que el moho del limo, un organismo dotado de una única célula biológica, es capaz de formar recuerdos a pesar de no disponer de un sistema nervioso. La falta de cerebro no le impide disponer de una incipiente memoria, gracias a la cual identifica la ubicación de sus alimentos y almacena información sobre el entorno en el que se mueve.

La habilidad para registrar información, almacenarla y luego recuperarla cuando es necesario es crucial para la supervivencia y desarrollo de las especies. Les permite desplegarse en un entorno complejo, competitivo y cambiante, disponiendo de una base concreta de datos para tomar decisiones e interactuar con el ambiente.

Tradicionalmente, esta capacidad se relaciona con la disponibilidad de un sistema nervioso y de un cerebro. Sin embargo, la nueva investigación de los científicos alemanes comprueba que un organismo unicelular tan simple como el moho del limo, cuyo nombre científico es Physarum polycephalum, también es capaz de disponer de una memoria y de gestionar la información proveniente de sus recuerdos.

De acuerdo a un comunicado, el descubrimiento se concretó a partir del reconocimiento de las notables habilidades del moho del limo, también conocido como moho mucilaginoso. El organismo, dotado de un cuerpo compuesto por una única célula, puede resolver problemas complejos como encontrar el camino más corto a través de un laberinto. Es así que se lo considera “inteligente”, aunque no dispone de cerebro ni de una organización central en forma de sistema nervioso.

Una memoria que se extiende

A través de una red de tubos que se van interconectando, el cuerpo de este organismo logra alargarse hasta varios metros. Los especialistas se preguntaron cómo una forma de vida de estas características puede gestionar información del entorno y tomar decisiones a futuro.

Básicamente, alcanza esta funcionalidad “tejiendo” recuerdos cada vez que toma contacto con los alimentos que necesita, pero lo hace directamente en la estructura de su cuerpo en forma de red tubular, ante la ausencia de un sistema nervioso y de un cerebro. La gran célula en forma de ameba que conforma su cuerpo puede extenderse o comprimirse en función de las necesidades del entorno.

En el marco de la investigación, publicada en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS), los especialistas rastrearon el proceso de migración y alimentación del organismo. Fue entonces cuando observaron y detectaron una huella distintiva de una fuente de alimento en una de las redes de tubos.

Como la mencionada huella se mantenía en el tiempo aunque el organismo realizara otras actividades, los científicos concluyeron que era factible que se tratara de una forma de almacenar información en las propias redes tubulares. De esta manera, este antiguo organismo era capaz de recordar posteriormente la ubicación de la fuente de alimentos.

Recuerdos impresos en el cuerpo

Combinando observaciones microscópicas del proceso de adaptación de la red tubular y modelos teóricos, los investigadores lograron precisar los detalles del mecanismo. Cada encuentro con la comida libera una sustancia química que se traslada desde la ubicación del alimento hacia toda la extensión del organismo, desplegándose por toda la red de tubos y favoreciendo la extensión del cuerpo para obtener el recurso deseado.

Los restos de estas reacciones quedan “impresos” en la arquitectura de la red y funcionan como una especie de memoria, localizada en el propio cuerpo del organismo, que posteriormente puede ser recuperada y utilizada para nuevos desafíos en el futuro.

Según los científicos, este hallazgo puede abrir nuevos caminos de investigación en torno a las habilidades de estas antiguas formas de vida, que podría tener múltiples aplicaciones, como por ejemplo el diseño de materiales inteligentes bioinspirados.

Fuente: tendencias21.levante-emv.com

 

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