Un equipo de biólogos evolutivos de la Universidad de Harvard, en colaboración con colegas del Instituto Max Planck de Inteligencia Biológica, la Universidad de Carolina del Este, la Universidad de Osaka y la Universidad de Toronto, ha reconstruido el genoma de una especie extinta de ave no voladora que se ha dado a conocer como el pequeño arbusto moa.
En su estudio , publicado en la revista Science Advances , el grupo secuenció el ADN recuperado de un hueso fosilizado encontrado en la Isla Sur (la más grande y más meridional de las dos islas principales que forman Nueva Zelanda).
El pequeño moa arbustivo alguna vez fue una de las aves más grandes del mundo; aproximadamente del tamaño de un pavo moderno, se extinguió poco después de la llegada de los colonos humanos a Nueva Zelanda. Antes de eso, vagaron por las islas boscosas de Nueva Zelanda durante millones de años. Eran únicos debido a la total falta de alas. La secuenciación parcial anterior ha demostrado que tenían los genes necesarios para que les crecieran alas, pero con el tiempo, habían mutado a medida que las aves se convertían lentamente en habitantes terrestres no voladores.
El fósil utilizado por el equipo de investigación provino de un ave que era una de las nueve especies extintas de Anomalopteryx didiformis. El equipo describe sus resultados como la recuperación de un genoma mitocondrial completo de un genoma nuclear de moa masculino, una hazaña que se consideró un desafío.
Después de la secuenciación, los investigadores descubrieron que las aves habían podido ver en el espectro ultravioleta, una capacidad que les habría ayudado a capturar presas escondidas. También tenían lo que el grupo describe como sensibilidad a los alimentos amargos, un rasgo común en las aves modernas . Los datos también mostraron que la población probable de estas aves alguna vez llegó a ser de 240.000 y que las aves se separaron de sus parientes más cercanos hace aproximadamente 70 millones de años.
El equipo de investigación sugiere que además de proporcionar nueva información sobre el pequeño moa arbustivo, sus resultados también deberían funcionar como un nuevo recurso para otros equipos que trabajan para comprender mejor la evolución aviar.
Fuente: phys.org