La energía eólica ofrece energía limpia, pero pone en peligro a las aves, incluidas algunas poco abundantes. Una nueva técnica puede aliviar el problema
Los defensores de la naturaleza observan la expansión de las turbinas eólicas a la vez con satisfacción y con tristeza. Por una parte, a la energía eólica le toca un papel muy importante en la descarbonización de la producción de electricidad y, por lo tanto, en la protección del clima. Por la otra, hay especies de aves poco frecuentes que sucumben en las palas (por ejemplo, los milanos reales y las águilas pomeranas corren en Alemania el riesgo de desaparecer por esa razón). Pero hay nuevas técnicas que pueden rebajar el dilema, según escriben Christopher McClure, de The Peregrine Fund, una organización para la protección de la naturaleza, y sus colaboradores en Journal of Applied Ecology.
Este grupo ha ensayado un sistema de cámaras inteligentes en un campo eólico. Compararon el número de víctimas por las turbinas con el de un campo semejante y cercano donde no se había instalado ese sistema. Las cámaras captaban si había un pájaro cerca de las hélices y discernían si pertenecía a una especie amenazada. Si era así, las detenían inmediatamente para evitar que chocase con ellas. En los dos campos eólicos, McClure y sus colaboradores contaron el número de águilas muertas como consecuencia de lesiones que demostraban que habían sido víctimas de las turbinas.
Las cifras no dejaban lugar a dudas: en el campo eólico de las cámaras, antes de instalarlas, morían de media 7,5 águilas al año, y tras ponerlas, solo murieron 2,5 al año. En el campo eólico de comparación el número de víctimas aumentó incluso. Sumados ambos efectos, la reducción por la instalación de las cámaras del número de águilas muertas anualmente supera el 80 por ciento.
El sistema, desarrollado por la firma IdentiFlight, dispone cámaras a buena altura que cubren a la vez varias turbinas. Sus sensores ópticos detectan las aves que se acercan y por medio de una inteligencia artificial el sistema determina si pertenecen a una especie protegida y cuáles son su rumbo y velocidad. Según la dirección a que se dirija el ave, el sistema detiene las turbinas pertinentes. La firma sostiene que el reconocimiento se produce a una distancia de un kilómetro. La instalación cuesta 150.000 dólares, más 8000 dólares anuales por el mantenimiento.
Fuente: investigacionyciencia.es