Una investigación basada en el análisis de tejidos embrionarios revela dos cambios decisivos en un hueso de la pelvis para que los humanos comenzaran a caminar sobre dos piernas bípedos
En el puzle de la evolución humana faltan fósiles que permitan reconstruir con precisión cómo nuestros ancestros fueron desarrollándose y cambiando hasta dar origen a nuestra especie, Homo sapiens. Una de las características más importantes fue la capacidad de andar erguidos o bipedismo. Y de manera astuta, los científicos están consiguiendo estudiar estos aspectos recurriendo a tecnologías que permiten salvar la limitación que supone la escasez de fósiles.
La investigación que este miércoles publica la revista Nature es un ejemplo de ello. Un equipo liderado por científicos de la Universidad de Harvard, en EEUU, ha identificado dos grandes cambios estructurales y genéticos que experimentó la pelvis humana, considerada la piedra angular de la locomoción erguida, y que, según sostienen, fueron clave para pasar de desplazarse con las cuatro extremidades al bipedismo.
Como explican los autores, la pelvis, más que cualquier otra área de la parte inferior del cuerpo, ha experimentado grandes alteraciones a lo largo de millones de años para permitirnos la costumbre de caminar sobre dos piernas. Pero cómo la evolución logró esta transformación extrema no ha podido ser esclarecido, aunque se han propuesto diversas teorías.
El nuevo estudio describe dos pasos evolutivos que remodelaron la pelvis y permitieron a nuestros antepasados convertirse en los bípedos erguidos que recorrieron todo el planeta. Esos dos cambios afectaron en concreto a la parte superior de la pelvis, llamada ilion, y fueron la formación del cartílago y el proceso de formación ósea.
La investigación ha identificado diferencias en la forma en la que las células óseas se depositan sobre el cartílago en el ilion humano en comparación con otros primates y con los huesos largos humanos.
«Hemos demostrado que en la evolución humana hubo un cambio mecanicista completo, y no hay algo comparable en otros primates. La transición de aletas a extremidades o el desarrollo de alas de murciélago a partir de dedos a menudo implica cambios radicales en el desarrollo del crecimiento. Aquí vemos que los humanos hicieron lo mismo, pero con sus pelvis», ha explicado en un comunicado Terence Capellini, profesor y director del Departamento de Biología Evolutiva Humana y autor principal del nuevo artículo.
En lo que respecta al registro fósil, según los autores, la pelvis más antigua es la del Ardipithecus de Etiopía, de 4,4 millones de años de antigüedad. Fue un híbrido entre un caminante erguido y un trepador de árboles con un dedo prensil, y muestra indicios de rasgos similares a los humanos en la pelvis. Por otro lado, el famoso esqueleto de Lucy, de 3,2 millones de años de antigüedad, también hallado en Etiopía, incluye una pelvis que muestra un mayor desarrollo de rasgos bípedos, como la expansión de los lóbulos de la cadera para los músculos bípedos.
Análisis de tejidos embrionarios
Pero en lugar de analizar y comparar fósiles humanos, el estudio se basó en el análisis de 128 muestras de tejidos embrionarios humanos y de casi dos docenas de otras especies de primates conservados en de museos de EEUU y Europa. Estas colecciones incluían especímenes centenarios montados en portaobjetos de vidrio o conservados en frascos.
Los investigadores también estudiaron tejidos embrionarios humanos recolectados por el Laboratorio de Investigación de Defectos Congénitos de la Universidad de Washington. Realizaron tomografías computarizadas y analizaron la la estructura microscópica de los tejidos para revelar la anatomía de la pelvis durante las primeras etapas del desarrollo.
Los autores sugieren que estos cambios comenzaron en la época en la que nuestros ancestros se separaron de los simios africanos, estimada hace entre 5 y 8 millones de años.
Su hipótesis es que la pelvis siguió evolucionando durante millones de años. A medida que los cerebros crecían, en el camino de la evolución surgió lo que denominan el dilema obstétrico: la disyuntiva entre si es más beneficioso tener una pelvis estrecha (ventajosa para una locomoción eficiente) o una pelvis ancha (que facilita el nacimiento de bebés con cerebros grandes).
Fuente: elmundo.es
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